lunes, 7 de noviembre de 2011

Escupitinajo al sistema.

El sistema me está deteriorando, poco a poco  está terminando conmigo. Ha marcado mi desarrollo como persona desde que nací. Su adaptación a él para sobrevivir, su régimen económico y sus reglas de juego, que tanto han triunfado entre nosotros, son  las causas del desgaste humano en el que vivo, de la desfigurada sociedad en la que me muevo, de la pérdida de valores  que me rodea  y por tanto de la crisis estructural que me amenaza.
Este sistema ha marcado, marca y marcará, si no cambiamos,  nuestra naturaleza, nuestra forma de ser, de pensar, de actuar; nuestra condición humana, nuestra existencia.
El comportamiento animal  es el conjunto de respuestas que presentamos frente a los estímulos  internos y externos que recibimos del medio que nos rodea.
Los estímulos internos dependen del funcionamiento del propio organismo. Por ejemplo, la sensación de sed es un estímulo interno que provoca la respuesta de buscar agua.
Los estímulos externos, por el contrario, tienen su origen en el ambiente, en lo que nos rodea.  Así, la aparición de un depredador en nuestro territorio estimula en nosotros una respuesta de protección y una necesidad de defendernos  ante tal agresión.
Cada especie, cada individuo, según nuestro nivel de complejidad, tenemos diferentes tipos de comportamiento: innato, aprendido y adaptativo.
Cuando una persona nace, lo hace en este sistema que entre todos hemos alimentado y que algunos, en su momento, diseñaron, retocan y retocaron a su interés y antojo.  La conducta que tenemos es una adaptación a este medio social y económico. 
Tristemente la capacidad del hombre para destruir y modificar el medio en el que vive es muy grande. Este sistema además nos destruye como especie y como personas. Es muy destructivo.
Hoy, necesito lanzar  un escupitinajo  a las raíces del capitalismo y al diseño del sistema que tristemente marca nuestra condición humana y nuestra actualidad. Por eso, os escribo esto.

Y tambien, porque quiero compartir con todos vosotros una historia de un simple tomate contada hace años por Jorge Hurtado, allá por el 1989.

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