sábado, 4 de febrero de 2012

LA PARADOJA DE ABILENE

¿Alguna vez has hecho algo que no querías o lo contrario a tu deseo,  por no discrepar con el grupo? ¿Sueles decir lo que piensas? ¿Expresas tus  opiniones? ¿Comunicas tus deseos? ¿Te has parado a pensar en la forma como expresamos nuestras opiniones cuando estamos en grupo?

Hoy quiero acercaros  la paradoja de Abilene, si no la conocéis, espero que os guste:

“Una calurosa tarde de verano en Coleman, Texas, una pareja y sus suegros están tomando limonada y jugando al dominó cómodamente en el porche de su casa. La conversación fluye lentamente al ritmo de las aspas del ventilador, que trata de mitigar una temperatura de más de 40 grados.
El suegro propone hacer un viaje a Abilene, ciudad situada a 80 km. para comer en una cafetería en la que han estado anteriormente. Su hija dice: "Es una gran idea" (pese a tener reservas porque el viaje sería caluroso y largo). Su marido, pensando que sus preferencias no coinciden con las de los demás dice: "A mí me parece bien. Sólo espero que tu mamá tenga ganas de ir." La suegra dice a continuación: "¡Por supuesto que quiero ir. Hace mucho que no voy a Abilene!"
El viaje es caluroso, polvoriento y largo. Cuando llegan a una cafetería, la comida es mala y vuelven agotados, cuatro horas después.
Uno de ellos dice, con un cierto tono irónico: "¿Fue un gran viaje, no?". La suegra responde que, de hecho, hubiera preferido quedarse en casa, pero decidió seguirlos sólo porque los otros tres estaban muy entusiasmados. El marido dice: "No me sorprende. Sólo fui para satisfacer al resto de ustedes". La mujer dice: "Sólo fui para que estuviesen felices. Tendría que estar loca para desear salir con el calor que hace". El suegro después refiere que lo había sugerido únicamente porque le pareció que los demás podrían estar aburridos.
El grupo se queda perplejo por haber decidido hacer un viaje que nadie entre ellos quería hacer. Cada cual hubiera preferido estar sentado cómodamente, pero no lo admitieron entonces, cuando todavía tenían tiempo para disfrutar de la tarde.

Ninguno expresa sus preferencias. Es más, todos comunican lo contrario de lo que realmente desean. Cuando alguien finalmente se arriesga a decir lo que piensa –aunque sea de forma irónica– se abre la caja de Pandora. Nadie quería ir a Abilene.

Todos dieron por hecho que a los demás les apetecía hacer ese viaje y que tenían que estar contentos por ello, en lugar de arriesgarse a expresar sus propios deseos y mostrar su desacuerdo. Esta decisión produce un resultado negativo. Se sienten frustrados, enfadados e insatisfechos porque han hecho algo que no querían: un viaje caluroso y polvoriento”.
       Te sorprende ¿verdad? En multitud de ocasiones el pensamiento grupal dificulta el expresar los deseos individuales y la opinión personal, sobre todo cuando se discrepa de la mayoría. Nuestra tendencia habitual es a no actuar en contra del grupo.
Razones, hay muchas: miedo, no salirse de la mayoría, evitar correr riesgos, no destacar, complacer a los demás, necesidad de aprobación, no dar a conocer lo que piensas abiertamente etc.  Nos conformamos y ya está. ¡Menudo freno social! El pensamiento grupal puede reducir el grupo a un todo.

Decir lo que piensas de verdad y perder el miedo a hacerlo es fundamental para evolucionar y romper con este sistema tan deshumanizado e hipócrita que entre todos hemos creado y que poco a poco alimentamos con nuestra actitud poco sincera.

Hoy, más que nunca, necesitamos decir lo que pensamos abiertamente, manifestar nuestros deseos, nuestras opiniones, nuestros gustos. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de que los demás presupongan, emitan conclusiones falsas y tomen decisiones poco oportunas con consecuencias nefastas y claro esto sería una trampa letal.

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