Reconozco que el crucifijo es un símbolo religioso de nuestra propia cultura y también de nuestra identidad. Reconozco que tenerlos en las aulas no viola el derecho a la educación ni a la libertad de pensamiento ni de religión. Reconozco su valor cultural y su significado para muchos. Reconozco que no deberían ser quitados de las paredes de centros educativos.
El que el estado español sea aconfesional, neutral ante el hecho religioso, no significa que sea indiferente ante las religiones y mucho menos restrictivo con ellas. La escuela ha de ser un crisol de civilizaciones y de religiones, un espacio multicultural y tiene que valorar positivamente y potenciar cualquier idea, simbología, creencia y actitud cargada de valores culturales, éticos y morales, venga de la religión que venga.
Los planes educativos deberían incluir la enseñanza de las religiones para no dar lugar a discriminación y no me refiero solo a la católica que ya existe sino a las que demande el alumnado. Además, si realmente queremos darles la importancia que tienen, tendríamos que hacer que estas enseñanzas se diesen en condiciones iguales que el resto de disciplinas fundamentales (Áreas) y también a su alternativa (la antigua Ética), consistente actualmente en un pasar el rato, no hay ni un currículo para ella. Esto si sería un verdadera educación de las religiones y no el atropello que hay ahora en las aulas.
Este es el gran reto de la educación y la religión si se quieren hacer las cosas bien. Si no, tal vez lo mejor sería dejar la religión dentro del ámbito privado de cada persona y alejarlo de la escuela, buscando otros lugares para esta educación religiosa.
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