¿Qué pasaría si todos los que queremos una regeneración democrática no usáramos el voto de castigo el día 22 de Mayo?
¿Qué consecuencias tendría si todos los que tenemos sentimiento de rabia, desconfianza, frustración, resentimiento y mucha desesperación con nuestros gobernantes no usáramos el voto de castigo?
¿Qué sucedería si todos los que nos sentimos indignados con nuestra clase política no usáramos el voto de castigo?
¿Qué consecuencias tendría si todos los que tenemos sentimiento de rabia, desconfianza, frustración, resentimiento y mucha desesperación con nuestros gobernantes no usáramos el voto de castigo?
¿Qué sucedería si todos los que nos sentimos indignados con nuestra clase política no usáramos el voto de castigo?
Creo que el voto de castigo contra el partido en el poder es tan inútil como inevitable, pero presiento y anticipo que este voto va a ser la estrella del día 22. Esto no es una novedad en España; es un recurso, es una respuesta, es una emoción, es una represalia, es una rebeldía, es una forma de actuar, es un “algo hice”. Es y será para siempre.
No quiero decir a quién debe votar cada uno, no sé a quién votaré, ni tan siquiera se sí lo haré. Lo que tengo claro es que no usaré el voto de castigo a uno para dárselo al otro.
Me gustaría que este sistema electoral gozara de una fórmula de voto alternativo, que fuera computable y representativo de todos los que tenemos unos valores de convivencia democrática independiente a las alternativas políticas concurrentes en este día 22.
Tal vez algún día tengamos una verdadera democracia participativa, un verdadero voto útil, una democracia activa, una ciudadanía activa, hasta entonces creo que no votaré.
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