Para reformar algo, además de conocerlo bien por dentro y no tener compromisos adquiridos o intereses personales en ello, hay que dejar de tener ese pensamiento estoico que circula por nuestras neuronas. Y por supuesto, también hay que dejar de entregarse a lo “inevitable” de la forma tan simple de lo que lo hacemos.
Mientras nos movamos por conveniencias y no por convicciones, no podremos cambiar nada. Y decir, y luchar por lo que sentimos y queremos realmente, es una convicción. Y no decir algo por miedo a las represalias personales, es una conveniencia.
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