
Dentro de mis necesidades primarias se encuentra la necesidad de hacerme valer. Y es tan fundamental como el comer. Muy a menudo, tengo que defenderme, de los ataques inesperados de depredadores poco acostumbrados a recibir respuesta a sus brutales amenazas. Hoy he tenido que hacerlo.
Hace años descubrí que me tenía que hacer valer para que me valorasen. Que tenía que defender mis ideales y mis convicciones, independientemente de lo que se diga de mí. Y lo hago, sin dar explicaciones a nadie.
Para que los demás te valoren, has de tener la valentía de mostrar tus sentimientos, has de ser directo y claro y has de defender tu verdad, por encima de lo que piensen los demás, sean cuales sean las consecuencias.
Hoy, desafortunadamente, he tenido que hacer frente a uno de esos depredadores, maleducados, inconsecuentes, déspotas, mediocres y caraduras, que en ocasiones, acechan con cierta asiduidad, el medio en que vivimos y amenazan con romper la tranquilidad que respiramos.
Las malas formas, crean distancia con la persona que las emplea. Y cuanto más se pierden más distancia. Quien utiliza este recurso pierde el respeto, la confianza y por supuesto, crea un muro que imposibilita poder entenderse.
Hay formas, actitudes y comportamientos que nos acompañan toda la vida y nos delatan. Suelen ser signos de falta de autoridad, de pérdida de control y sobre todo de mala educación. Cuando el que manda utiliza este recurso, para mí, pierde la vergüenza y por supuesto la autoridad; en ese momento pierde toda mi credibilidad y mi respeto.
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