domingo, 17 de noviembre de 2013

LA RATA

ARTÍCULO 255

Dicen que era un piloto experimentado… Horas de vuelo en su haber…Pero que nunca le había sucedido una experiencia semejante… Sobrevolaba el océano con su avioneta a hélice, cuando le sorprendió un ruido extraño debajo del asiento…Una inmensa rata correteaba entre sus pies…Un sudor frío recorrió su espalda, mientras buscaba desesperadamente un lugar donde aterrizar de emergencia, detalle bastante difícil si tenemos en cuenta que volaba sobre el mar. Y fue entonces que se le ocurrió un plan alternativo…En vez de buscar un sitio para aterrizar, decidió levantar más altura. Se elevó por encima de lo que jamás había volado, y la rata, que no soportó la presurización, murió en el acto.

Me sorprende ver la vocación tan grande de súbditos que hay. Nuestra alma es alma de súbdito… Creo que somos rehenes de esta condición tan servil y jamás podremos solucionar nada si no la abandonamos. Nos imponen cosas con las que no estamos de acuerdo y las aceptamos como sometidos subordinados… 
Criticamos a nuestros jefes, a nuestros dirigentes por lo que nos imponen, pero el problema viaja con nuestra actitud de vasallo…Nos sometemos a lo que nos imponen con tanta facilidad que nos generamos verdaderos y graves problemas de conciencia y de dignidad personal.

Las soluciones a estos problemas dependen de nosotros, pero claro, para ello hay que abandonar el barco del sometimiento y de la resignación para empezar a ser más activos, más libres, más valientes, más críticos, comprometidos y  más exigentes…Así seremos dueños de nuestro destino y gozaremos de una verdadera libertad.

Ahora no somos súbditos sociales o económicos lo somos moralmente, de espíritu, de voluntad… ¿Se imaginan que en nuestros trabajos, en nuestra vida cotidiana, familiar…con nuestros jefes, con nuestros gobernantes… fuésemos menos resignados, menos obedientes, menos sumisos, menos súbditos? ¿Imaginan que pusiésemos bajo duda y bajo control ese poder?...Tal vez así evitaríamos que cualquier rata pueda desviarnos de nuestro destino.

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