Desde hace unos días llevo dando vueltas al asunto de los partidos políticos en España, a por qué son organizaciones tan cerradas y tan poco dadas a que haya diversidad de opiniones y discrepancias. A por qué la toma de decisiones suele venir de cúpulas tan rígidas y absolutamente impenetrables. A lo paradójico que resulta ver como desde los partidos incitan, invitan y educan a la democracia directa, a la participación de todos, a la deseada trasparencia, al control de la corrupción, al proclamado consenso, al debate abierto, a la información objetiva; pero en realidad son cajas negras con acceso restringido, movilidad controlada y contenido desconocido.
Los partidos neonatos tienden a
copiar este tipo de estructura, este tipo de modus operandi; así nunca podrán
ser diferentes, se dedican a cambiar,
para seguir haciendo lo mismo. Ellos- los partidos- saben de su importancia, de
su necesidad para una buena salud democrática y se aprovechan de ello. Esta es
la segunda paradoja que veo: los partidos son la llave democrática, sin ellos
no hay democracia, pero a su vez son el candado que nos impiden una verdadera y
sana democracia.
La conclusión a la que llego es
que esta esencia negra de los partidos se debe única y exclusivamente a la
naturaleza ambiciosa, conspiradora y engañadora del hombre para ser el líder y
adquirir a través de este liderazgo el poder. El hombre, en sus relaciones con
los otros, siempre se
basa en la máxima: qué pueden hacer por mí y cuánto me costará que lo hagas.
Muchas de las guerras internas dentro de los partidos es por
esta causa; cuando un líder ve amenazado este principio y/o los costes son
elevados o los beneficios escasos; o cuando aparece un ataque de celo por la
aparición de otro líder con diferentes
opiniones; se produce un enfrentamiento
por el poder que provoca la aparición de bandos y en consecuencia perdida de
cooperación, división de intereses y no búsqueda de un fin común.
Este miedo a que aparezcan otros líderes, otras formas de
pensar, otras corrientes hacen a estos partidos estructuras profundamente
endogámicas y oscuras. El entrismo les obsesiona tanto que les bloquea una
dinámica fluida y de verdadera libertad dentro del partido; tanto que les impide abrirse a nuevo talento, pues ese talento no está dispuesto a
quedarse de brazos cruzados si no se les ofrece libertad en la toma de
decisiones, cierta autonomía y poder aportar y generar ideas. Normalmente ese
talento abre sus alas y vuelan a otro sitio en el que poder desarrollar esa
creatividad. Por eso los partidos acaban siendo tan mediocres.
Otra de las cosas que me llama la
atención de estos partidos y de una gran mayoría de sus líderes, es que son
tendentes a creerse que son únicos. Esta es una cualidad que les identifica
muchísimo. La otra radica en su continua y enfermiza necesidad de formar
alianzas; es la forma que tienen de utilizar a unos en contra de otros para
conseguir sus fines…Y lo hacen con su principal herramienta, con el engaño y la
conspiración y lo hacen para conseguir poder, que a su vez les permitirá tener
un balance muy positivo en esa máxima de costes-beneficios, a la que
anteriormente me refería.
Pero el mayor problema dentro de
estas estructuras es que somos tendentes a idealizar a estos líderes o mesías y
en ese momento, al considerarlo diferente, al hacerlo tan grande, haces
al resto, a los otros, pequeñitos y eso acarrea confusiones, tanto para el jefe
como para los súbditos. No es conveniente idolatrarles, endiosarles y subirles
a las alturas en exceso y por norma. No es bueno darles siempre la razón y decirles
constantemente lo guapos que son y lo bien que hacen las cosas… Esto les hace
vivir en un micro espacio, carente de autocritica y muy alejados de la realidad.
Estas hostilidades son la
realidad de los partidos políticos, tanto de los que nacieron el siglo pasado
como la de los neonatos. Estos valores tan toscos, tan inútiles, tan primarios
son la realidad de la especie humana… Al final, como veis, siempre aparece la condición humana en todo. Es ahí
donde debemos de hacer lo que debemos hacer, “aunque el cielo se venga abajo”.
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